Los chinos son una gente mágica. Viniendo de una sociedad que mezcla la mayor ruralidad con las últimas tendencias en tecnología (véase señora milenaria que te vende lichis en la calle mientras juega al Candy Crush en su iPad), nunca sabes por dónde te van a salir.
Son muchas (¿todas?) las multinacionales que han visto una mina de oro en una sociedad donde se venera todo lo que viene de occidente. Pero muchas olvidan que los chinos están por encima del bien y del mal y que nadie como ellos sabe llevarse el marketing occidental a su terreno. Ikea es el caso más divertido de lo que yo llamo el contramarketing agridulce o «trágate esa, demonio occidental».
Cantaba Jeanette aquello de «yo soy rebelde porque el mundo me hizo así«, y a los chinos a rebeldes no les gana nadie: son la cultura más punk del planeta. Los chinos son capaces de saltarse cualquier norma social y convertir la vida cotidiana en esperpento. Y es algo que admiro y envidio a partes iguales. Porque cuando en España vas conduciendo y pasa al lado un coche patrulla, se te ponen de corbata aunque sepas que no has hecho nada. Pero en China todo ocurre mejor. Me explico con este ejemplo visto hace dos semanas en Shenzhen: chino en moto eléctrica parado en un atasco hablando por el teléfono móvil. Policía pasa andando por la calle, se acerca, le da una colleja y sigue caminando. El chino deja de hablar por teléfono ipso facto. ¿No es maravilloso?, para mí esto es la salsa de la vida.
El marketing de Ikea
Después de esta pequeña ensoñación, volvamos a lo que de verdad importa: los chinos en Ikea. Creo que todos conocemos de sobra al gigante sueco de los muebles y se han hecho ya suficientes chistes sobre la esclavitud en la que han sumido a la humanidad. ¿Quién no se ha visto llorando encogido en un rincón de su dormitorio porque no hay manera de montar la maldita cama Pöpli?
Ikea son unos genios del marketing y su experiencia de usuario no tiene parangón: un laberinto infinito de supuestas casas a las que nunca se parecerá la tuya en el que no te puedes saltar prácticamente una sección y, al final, sin saber bien por qué, acabas metiéndote un plato de 25 albóndigas suecas y 4 conos de helado entre pecho y espalda. Ah, y te vas a casa con el escurridor de verduras Smëgma. En color caqui.
Pero no, amigos suecos, no… Don’t fuck with China. Éste no es el frío país del que ustedes provienen, donde, según cuentan las principales cabeceras españolas, tienen los sueldos más altos, la mejor educación de Europa y las mujeres más bellas del planeta. Éste no es país para suecos. Esto es lo que hacemos aquí con vuestros malditos ideales nórdicos:
¿Tienes plan para esta tarde? Vamos al Ikea
Mi primer contacto con el Ikea chino llegó cuando una compañera de beca me contó que una trabajadora china de su oficina le había propuesto quedar un día a dar una vuelta y el plan que le proponía era «ir a Ikea». Mi amiga le preguntó que si tenía que comprar algún mueble y la joven china le respondió que no, que podían ir allí a sentarse en los sofás y tomar algo. Ikea como plan de tarde, como quien se va de cañas. Un plan redondo.

Yo no dudé un segundo en ir al Ikea de Guangzhou para ver qué tipo de fiesta macabra se estaba cocinando allí. Y cuando las escaleras mecánicas me elevaron al olimpo de los muebles, mis ojos no podían creer lo que estaban viendo: todos los sofás, sillas y camas estaban ocupados por chinos. De todas las edades y castas. Parejas jóvenes de chinos que se tomaban fotos en las habitaciones de muestra fingiendo la maravillosa casa en la que no viven. Ayis (término para definir a las señoras mayores en China, que literalmente significa tía) durmiendo a pierna suelta con sus nietos de escasos meses en el regazo. Matrimonios de mediana edad durmiendo tapados hasta el cuello con el edredón nórdico. Vamos, que la sección de camas parecía el plató de Matrimoniadas versión mandarina (cantonesa, en el caso de Guangzhou).

No miento si digo que no había ningún sitio libre, desde el sofá Sköj hasta la silla Sävja, todo estaba ocupado. La sección de juguetes se había convertido en un improvisado Chiqui Park con niños de ojos rasgados corriendo de un lado para otro como alma que lleva el diablo. Cada estancia tenía una familia ficticia viviendo dentro, lo que hacía mucho más real la simulación. Sin embargo, los habitantes no invitaban demasiado a la compra.
Al final del túnel aguardaba la guinda del pastel, una infinita cola de chinos para conseguir los apreciados y tan baratos snacks que ofrece Ikea. A destacar, el cono de helado por UN MALDITO YUAN (0,12 euros) o el bien avenido pack de perrito caliente y bebida rellenable hasta la saciedad por 6 yuanes (0,70 euros). ¿Quién puede resistirse a estos manjares a precios tan irrisorios? Un servidor, desde luego que no. Así que me puse en la fila y disfruté del espectáculo.
¿Que cómo acaba la historia? Pues así, pero con 4 helados en la mano por menos de 50 céntimos de euro. ¿Y sabes qué es lo único más barato en el mundo que los helados de Ikea en China? Los likes de Facebook. Si al menos te he conseguido sacar una media sonrisa durante la lectura, quiéreme y dale a uno de los botones de aquí abajo. Que es triste pedir, pero más triste es robar.
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Yo tengo una duda: en el resto del mundo, los ikeas no estan llenos de gente tumbada en las camas y sofas? Solo he ido a Ikeas dentro de China asi que pensaba que era lo normal, jajaja.
Otra cosa curiosa es la gente sentada en el suelo leyendo en las librerias o departamento de libros de los supermercados. Alli tan panchos, como si fuera la biblioteca publica, y nadie les dice nada! Recuerdo un capitulo de Shinchan en el que iba a una libreria y se ponia a leer los comics, el dependiente se ponia a quitar el polvo de la estanteria de delante de su cara para echarle. Eso en China no pasa! 😀
Muchas gracias por tu comentario, Marta. Yo he ido a Ikea más en China que en España, por desgracia. Críos jugando suele haber y alguno sentado en sofás y demás también. Pero creo que todavía estamos lejos de meternos en una cama, taparnos con el edredón y echarnos una siesta.
Y sí, las librerías aquí se convierten en bibliotecas. No puedes luchar contra la masa.
Me ha encantado lo de la cultura más punk del planeta.
Tienen alma de Sid Vicious, todos. Me estuve leyendo una biografía de Mao (escrita por un extranjero) que hablaba desde la niñez de Mao y de crío era un punki de cuidado.
como se llama el escritor o donde la encontraste me llamo la atencion esa biografia
El libro se llama MAO y es de Philip Short. Merece mucho la pena.
Me encanta esta cultura, realmente terminaran conquistando el mundo :(. Muy divertido el post. 🙂
Muchas gracias por tu comentario, Ernestore.
Realmente ya nos han conquistado. Si te gusta la cultura china coge sitio y nos vemos aquí cada domingo con un post nuevo. Un saludo 😉
Excelente como siempre. Lo de las librerías lo pude ver en Séul, la gente se sienta en cualquier superficie horizontal (muebles, estanterías, hasta en el suelo) y se pone a leer como si estuviese en su casa. Cuando pasas un rato caminando (o al menos, saltando y esquivando a los que estan en el suelo a sus anchas) ves que la mayoría están desde antes de que llegues y se quedarán hasta después de que te vayas. Los chinos aggiornaron esta técnica y se ve que la aplican también en mueblerías.
Aquí en las librerías pasa igual. Hace un par de semanas estuve en una (aquí suelen ser de 4 plantas, como centros comerciales con cafeterías y todo) y todo lleno de chinos leyendo.
Aunque esto de leer en librerías también lo he visto en Alemania. Había una bastante famosa, ahora no recuerdo el nombre, que tenía hasta sofás.
Aquí en Bangkok han hecho sorna en los medios con lo de los chinos durmiendo en Ikea. Pero la verdad es que tienen su gracia, ahí acurrucados. Sin duda, son de las gentes más cómicas en el capitalismo de nuevo mundo.
Has de hablar un día de los niños cagones en la calle que van con el culo al aire gracias a una raja en los pantalones, mientras sus madres pelan cebollas y tiran las cáscaras en la calle. Imagino que aún habrá de esos, los descubrí en Pekín durante las Olimpiadas 😀
Hola Luis,
La verdad es que es bastante cachondo lo de verlos por ahí durmiendo con los bebés en las camas. Por otro lado cuando tienes que ir a Ikea frecuentemente (yo tuve que amueblar un piso entero una vez) acabas odiándolos con toda tu alma porque están por todas partes.
El tema de los bebés lo toqué de refilón en «5 cosas que no me gustan de China». Y algo apareció en un post sobre las ayis y otro sobre los cortes de pelo de los bebés. Pero tengo que hacer uno más centrado en ellos contando, entre otras cosas, lo de la raja. Sigue habiéndolos y cada vez son más.