Después de mi visita a Penang y antes de visitar Malaca, hice una parada en Kuala Kangsar, una pequeña ciudad en la región de Perak. En un principio no estaba en mi ruta, pero debido a que se pronosticaba lluvia en mi siguiente destino, tuve que improvisar sobre la marcha.
Con menos de 40.000 habitantes, Kuala Kangsar no es una ciudad importante dentro de Malasia y no brilla por su valor turístico. Sin embargo, al ser una zona predominantemente musulmana, me pareció que podría dar un poco de contraste al resto del viaje, en el que me iba a relacionar únicamente con chinos malasios.
En la estación de autobuses de Ipoh me recibió mi host de Couchsurfing, Nazri, y su moto Yamaha. Después de un viaje de media hora a toda leche por carretera en el que vi mi vida pasar en pequeños fotogramas varias veces, llegamos a Kuala Kangsar, donde paramos en una especie de restaurante al aire libre a engullir alimento.
Tomando un bol de cendol con arroz glutinoso, un postre típico de Malasia, estuvimos hablando y conociéndonos un rato. Nazri es un joven malayo -ergo, musulmán- que gasta en viajar todo lo que consigue ahorrar. También tiene un pequeño blog, así que estuvimos intercambiando algunos comentarios sobre este sórdido mundillo.
Según me contó Nazri, Kuala Kangsar es la capital de la región de Perak, por lo que el sultán tiene allí su palacio -cada región de Malasia tiene un sultán, exceptuando Penang, Malaca, Sarawak y Sabah-.
El objetivo de la tarde era ver los únicos tres monumentos que merecían la pena: la mezquita de Ubudiah, el nuevo palacio del sultán y el antiguo palacio. Así que nos montamos de nuevo en la moto para empezar la ruta.
La mezquita de Ubudiah
El parking de la mezquita estaba a rebosar cuando llegamos. Desde el minarete se escuchaba la llamada al rezo.
En pocos minutos empezó a aparecer gente de todas partes. Nazri entró a rezar, así que aproveché para dar una vuelta por los alrededores y tomar alguna fotografía.
La mezquita de Ubudiah vista desde fuera es preciosa, parece el palacio de la película de Aladdin. Por desgracia, no encontré a Jafar por ninguna parte.
Como era de esperar en una ciudad poco turística, yo y mi cara occidental éramos el centro de todas las miradas. Todo el mundo me sonreía y me saludaba en inglés. Algun que otro curioso se paró para preguntarme de dónde venía.
Cerca de la mezquita había una placa que explicaba la historia de la mezquita, tanto en malayo como en inglés. Era la típica historia de sultán que se pone enfermo y promete a su dios que construirá una mezquita en su honor si se recupera.
Lo que más gracia me hizo fue un comentario que hacía mención al retraso de la obra en 1913 porque los mármoles, que eran importados de Italia, fueron accidentalmente destruidos en la obra por una pelea entre dos elefantes.
Nada de esto hubiese pasado si en Kuala Kangsar hubiesen tenido una patrulla anti-elefantes, o si hubiesen contratado un seguro de obra que cubriese peleas de paquidermos. Lección aprendida para la construcción de la próxima mezquita.
Una vez terminado el rezo, Nazri salió con una túnica marrón que le había dado el imán de la mezquita para permitirme entrar al recinto. Yo iba en pantalones cortos y camiseta de manga corta debido al insoportable bochorno que hacía, así que tenía que cubrirme para entrar a un lugar sagrado.
La mezquita por dentro no tiene nada reseñable. Es un espacio abierto, con moqueta buena, donde la gente se arrodilla para rezar. La parte trasera está separada con unos biombos. Se trata de la zona reservada a las mujeres. Sobre el alto techo abovedado colgaba una lámpara de araña bastante ostentosa.
Justo antes de irme, un niño de unos doce años que acababa de rezar se me acercó para preguntarme de dónde era. Tras intercambiar unas palabras, salimos a continuar nuestra ruta.
Los palacios del sultán de Perak
La primera parada fue en el palacio nuevo del sultán de Perak.
El palacio tiene una puerta maravillosa, de metal bastante bien trabajado. Forja de la que ya no se encuentra en nuestros días.
El resto del palacio no se puede visitar, ya que es la residencia del sultán. Lo único que pude ver es lo que asomaba entre las murallas y las miles de palmeras que decoran sus jardines.
Cabalgando sobre la Yamaha llegamos finalmente al antiguo palacio del sultán de Perak. Éste era más interesante, fabricado totalmente en madera.
Una de las cosas sobre las que presumían en el cartel de la entrada era el no haber utilizado ni un maldito clavo para construirlo. Al parecer la gente de Perak conocían el arte de Lego antes de que existiera la marca. Así que todas las piezas del palacio estaban encajadas unas con otras. No puedo más que quitarme el sombrero ante su ingenio.
Dormir
Cuando acabamos el turisteo, fuimos a casa de la familia de Nazri. El vecindario no estaba dentro de la ciudad, sino en un camino de tierra al que se llegaba saliendo por carretera. Habría no más de 15 casas, todas construidas de una manera bastante rudimentaria. No había ningún ruido, excepto el de las gallinas y otros animales de granja que tenía cada casa.
Después de cenar lo que nos preparó la madre de Nazri, estuvimos viendo un poco la televisión rodeado de los sobrinos de Nazri. Los niños estaban eufóricos con la llegada de un extraño como yo a la casa. No dejaron de corretear de un lado a otro generando el caos con sus agudos gritos.
A la mañana siguiente, una de las cuñadas de Nazri se puso de parto. Pero eso es una historia demasiado larga como para contarla y en la que no participé de manera activa.
Después de ducharme, hice mi mochila y me fui a la estación de autobuses para poner rumbo a Malaca.
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WOwwww!!! Que palacio y que mezquita.
Pedazo de maravilla.
Que envidia de viaje.
Javi cuando dices «sordido mundillo», ¿a que te refieres?, a ¿viajar? o ¿al mundillo blogger? ja,ja…
Un saludo.
Jaja, me refiero al mundo en general.
La verdad es que la mezquita es muy chula, fue una parada imprevista y corta pero mereció la pena.