En efecto, mi fangdong se ha dado a la fuga. Todo ha ocurrido muy rápido, no me lo esperaba. Nos conocíamos sólo de un mes y ha decidido irse. ¿Cómo te quedas? Un momento, ¿no sabes lo que es un fangdong? Mejor empecemos por el principio de la historia.
El pasado mes de julio el alquiler de mi piso terminaba y me tocaba encontrar un nuevo lugar donde vivir. Un año más, la aventura de buscar piso, algo que personalmente no le deseo a nadie que odie. Y odio mucho a mucha gente.
Como ya estoy curtido en búsquedas de piso, este año mi objetivo era claro: un nuevo complejo de edificios que han construido enfrente de mi oficina. Ahorrarme tomar el metro por las mañanas parecía una buena idea -y al final ha resultado serlo-.
Tras varios días hablando con distintos agentes inmobiliarios, uno me ofreció un piso de 50 metros cuadrados a un precio bastante más bajo que el de mercado. Tuve mis dudas por si pudiese ser algún tipo de engaño, así que andé con pies de plomo y le pedí que por favor se asegurase que la persona que decía ser el fangdong -el dueño del piso- realmente lo era, y así lo hizo.

En el momento de la firma apareció el supuesto fangdong, un chaval muy joven, bastante bien alimentado y con el cabello rizado fruto de una permanente. El chico era cantonés y debía de tener mi edad, así que supuse que su familia tendría tierras y al haberlas vendido le habrían dado un puñado de pisos. De granjero a tuhao en un día, un sueño chino que se repite por toda la geografía del país.
Una vez firmado el contrato de alquiler, empecé con la mudanza, enterándome poco después de que ese joven que había conocido no era el fangdong, sino que era un intermediario. El agente no me había avisado, pero me dijo que el intermediario trabajaba para el fangdong.
El problema vino cuando surgió una avería en el aire acondicionado y llamé al fangdong para que lo arreglase, momento en el que dijo que no tenía constancia de que ese piso se hubiese alquilado, pero que lo hablaría con el intermediario.
Durante un par de semanas estuve de vacaciones por España y, al volver, me encontré una pintada con rotulador negro permanente en la puerta de mi casa que rezaba en mandarín «房东找你“ (el fangdong te busca). Debajo de los caracteres había escrito su número de teléfono, muy práctico el señor.
Llamé al agente y me dijo que el fangdong no podía contactarme y quería hablar conmigo. Al final decidimos quedar un día para hablar con el agente de mediador.
Conociendo al fangdong en persona
El día de la cita, el fangdong llegó 30 minutos tarde. Tenía el look perfecto de tuhao: polo de Tommy Hilfiger a rayas no demasiado acertado, pantalones pesqueros deportivos, zapatillas crocs y una bandolera de Louis Vuitton.
Desde el momento en el que abrió la boca demostró que no había venido en son de paz. Su actitud fue destroyer desde el minuto cero: alegaba que el contrato no era legal ni lo había firmado él -el contrato que me dio el intermediario venía ya firmado por él y con su huella plasmada con tinta roja, algo común en los contratos chinos-.
Además, decía que el intermediario en ningún momento le había pagado el dinero que yo le di por el piso y se desentendía completamente del problema. Me daba tres días para dejar el piso y decía que me las arreglase con el intermediario para recuperar mi dinero.
Pasados los tres días, el agente se ocupó extender mi estancia y pude quedarme una semana más (había pagado por el mes entero). Me dijo que no me preocupase, que el contrato era legal. En ese momento yo no sabía a quién creer, el intermediario no aparecía y mi agente sólo me intentaba calmar con palabras, pero sin actos.
Fundación de La Resistencia
La semana siguiente el agente me llamó para reunirme en otro piso del mismo edificio con dos inquilinos que estaban teniendo el mismo problema. El piso tenía una gran mesa de té china con miles de artefactos para prepararlo de manera correcta. La sala estaba llena de humo de tabaco que apenas me dejaba respirar.
El tipo que vivía allí usaba el piso como oficina y hablaba gesticulando mucho con las manos. Por su actitud belicosa parecía que no le importaba medirle el lomo al fangdong si hiciese falta. El otro inquilino con problemas tendría unos 30 años y una barriga bien cultivada. Se reía mucho con todo lo que decía el belicoso. En aquél momento decidí que a ese grupo tan variopinto lo llamaría La Resistencia.
Tras la reunión, decidimos que hablaríamos con el fangdong para hacer una quedada todos juntos, a ver cómo acababa la cosa.
El peso de la ley
El día de reunirme de nuevo con La Resistencia llegó. Esta vez fue en el piso del joven con aspecto de embarazado de 4 meses. Sorprendentemente, el intermediario también estaba allí y nos enseñó las conversaciones de WeChat que había tenido con el fangdong y cómo le había enviado todo el dinero que nosotros le habíamos dado por los pisos.
Llamamos varias veces al fangdong pero dijo que no iba a venir, sin esgrimir razón alguna.

Al final, los miembros de La Resistencia decidieron que todo esto debía de arreglarse en la comisaría, así que bajamos a la calle y fuimos a buscar un taxi. Eramos un grupo extravagante, ninguno teníamos nada que ver con los otros, ni mental ni físicamente. Parecía que fuésemos camino a ver al Mago de Oz con paso firme y decidido, sabiendo que el fangdong tenía las de perder.
Una vez en la comisaría no cesó el bizarrismo. El comisario de turno, un señor mayor que hablaba con un acento que no me permitía entender una palabra, empezó a gritarnos.
Pese a los gritos, todos los presentes se reían, parecía una comedia china de la tele. La gente que esperaba en los asientos de la comisaría parecían muy interesados en el caso. Nuestro pequeño circo ambulante les estaba alegrando la espera.
Tras un rato de gritos del comisario, nos pasaron a una sala para declarar y, acto seguido, nos echaron de ésta sin decir una palabra. Parece ser que querían la presencia del fangdong.
Varios miembros de la banda de la que formaba parte esa noche llamaron al fangdong, pero hacía caso omiso. Al final, el propio comisario llamó al fangdong por teléfono y le espetó a gritos que si no se presentaba aquí tendría problemas.
Esperamos una hora para ver si aparecía el fangdong. Le llamamos varias veces, pero dejó de cogernos el teléfono. Se había esfumado, no quería enfrentarse a la realidad.
Al volver a casa, pasamos primero por la casa del barrigudo, que nos regaló a todos una botella de vino burbujeante italiano importado por una bodega española. El vino se llamaba «Movida«, una dulce coincidencia.
Yo me fui a casa con mi botella de vino mientras el intermediario se acostaba en el suelo de la casa del barrigudo para cargar su móvil en uno de los enchufe.
De momento sigo viviendo en el piso, pagándole la renta a un fangdong que no coge mis llamadas, pero sí el dinero. China es un país maravilloso, ¿no?
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tu pagina me hace reir y me da un poco de envidia que estés por allá!
Me alegro de que te haya arrancado alguna risa. Envidia me dais a mí los que estáis fuera de China 😛
Como tu lo dices…esta en Chino….ahora que estube en Shanghai me di cuenta que los extranjeros les importamos medio pepino…..son tan nacionalistas…..suerte….Aurelio de Mexico
Gracias, por escribir Aurelio. Es cierto que en China son muy nacionalistas y protectores de lo suyo, cosa que en algunos casos es envidiable, pero en otros se echa en falta un poco de empatía. Supongo que con el tiempo todo cambiará. O no.
Realmente es un gusto leerte y compartir tus interesantes y nutritivas historias; estuve en China
en Enero y gracias a vos y tus conocimientos, conocí lugares maravillosos. Te felicito, AMaría de
Argentina
Muchas gracias, María. Me hace mucha ilusión leer que mi blog te ayudó con el viaje. Espero que disfrutases de la experiencia de China.
Nos vemos por aquí o en la página de Facebook del blog: https://www.facebook.com/elgatochinoblog
Un saludo,
Javier
Wowww!!! Que aventuron, y en versión China original, sin subtítulos.
¡Que situación! lo positivo que deduzco de tu relato es que tienes un alto nivel del idioma chino, y has podido desenvolverte en semejante escena, enhorabuena!
Ojalá todo salga bien, si el precio del yi tao fángzi está por debajo del precio del mercado y al lado del trabajo, te felicito.
Ahora a esperar la reacción del fangdong, pero todo esto pinta que tienes piso para rato.
Saludos
Hola George,
En varias de las escenas me acompañó un amigo chino, aunque más o menos me iba enterando del cuento. Todavía me queda mucho por aprender del mandarín
El precio está muy bien, espero que al final pueda quedarme. A ver si el fangdong se atreve a presentarse, porque es un problema que le incumbe más a él que a mí y yo estoy abierto al diálogo
Muy divertida la historia y reconozco muchas cosas del carácter chino, como la de toda la gente cotilleando sin pudor ni disimulo lo que os pasaba en comisaría. 😀
Sobre que la gente se sonreía, recuerda que los chinos a veces sonríen cuando están nerviosos, pero no debe interpretarse como que se lo estén pasando bien o se estén burlando.
Espero que pongas una segunda entrada donde se resuelva bien todo y se descubra que había un enanito que manejaba al «Fandong de Oz».
Lo que me apena es que me parece que estás un poco saturado de la «intensidad china».
En cuanto vuelva la calma volverás a recordar que son gente estupenda.
Saludos.
Gracias por tu mensaje, Jorge. Eres buen observador de la sociedad china, por lo que veo.
Respecto a la risa, realmente era porque el comisario se estaba tomando todo a cachondeo, no parecían muy nerviosos. Creo que hasta ellos mismos veían que la situación era absurda.
Este sábado me reúno con el fangdong si no se da a la fuga de nuevo. Espero que acabe todo bien.
En China llevo ya 5 años y estoy acostumbrado a situaciones así. De hecho en este caso está siendo ligeramente divertido. Los fangdong tuhao no cambian mi visión sobre la sociedad china.
Un saludo,
Javier
Lo mas gracioso, dentro de lo que cabe, es que te engañen como un chino en china, jaja.
Saludos y gracias por tus historietas…
José María.
Los refranes vuelven como boomerangs afilados. ¿Quién nos lo iba a decir?
Gracias por comentar, José María.
Un saludo,
Javier
Jaja vaya aventuras que tienes por allá.
Es mi pan de cada día, Ana.
Un saludo,
Javier
me lo paso pipa con tus historietas tan surrealistas y variopintas, un colega está en Shangai trabajando de profesor de inglés y me cuenta también cada cosa… menudo país es China!!
Muchas gracias por tu comentario, Kiryan. La verdad es que vivir en China es como estar continuamente en una obra de Valle Inclán. Todo un esperpento.
Que paciencia y que aguante tienes, me ha pasado tantas veces eso a mi…
Suerte y ánimo !!!
La verdad es que me estoy ganando un sitio en el cielo. Me ha tocado algún fangdong mamón, pero como este tío nadie… No hay forma de conversar con él de forma lógica. Gracias por por los ánimos, Xander.
Hola Amigo tu historia me causa gracia, sin ofender, es tan distinto china por lo que leo que mas ganas me da de ir a conocer (no creo que vivir)
Mi hijo quiere ir a conocer china y por eso estamos estudiando chino los dos, te deceo suerte con el dpto y parece Argentina que te curran en cualquier lado.
Saludos
Hola Elisa, no existe ofensa posible en esta historia. Pronto os contaré por aquí el desenlace de la historia 😀
Jajaja…gran historia
Gracias, Ramiro 😀