Como ya comenté en entradas previas, durante el Año Nuevo chino estuve viajando por la provincia de Hunan visitando pequeñas aldeas. Tras aterrizar en Changsha, capital de Hunan, mi primer destino fue la aldea tradicional de Hongjiang (洪江古商城), una aldea escondida dentro de un caótico pueblo con no demasiado encanto. La aldea tradicional de Hongjiang está formada por un laberinto de callejones en los que se esconden edificios y casas con más de 500 años de antigüedad y que todavía conservan sus estructuras originales en perfecto estado. Pero Hongjiang no es todo fachada, también oculta un pasado sorprendente: el de una agitada ciudad comercial considerada un embrión del capitalismo en China.
Debido a que tomé un tren nocturno, llegué a la aldea de Hongjiang muy pronto, alrededor de las 7.30 de la mañana. En la entrada de la aldea hay unas taquillas donde te cobran 120 RMB ([currency amount=»120″ from=»CNY» to=»EUR» show_from=false round=false]) por la entrada a la aldea, acceso a ciertos edificios (la mayoría reconstruidos) y una visita guiada (en mandarín). Cuando llegué allí, las taquillas no estaban abiertas y pudimos entrar sin problema. La aldea sigue teniendo habitantes, por lo que se puede entrar por distintas calles en las que no hay taquilla. De hecho, si sigues rodeando la aldea, cualquier callejón te permitirá adentrarte sin pagar, algo que no es obligatorio, pero que si te ven cara de turista (fácilmente reconocible en China) te la intentan colar.
A esas horas de la mañana la aldea parecía un pueblo fantasma, no había ningún turista. Únicamente las personas que actualmente viven allí, la mayoría ancianos, pululaban por la ciudad haciendo la compra, paseando y charlando. El haber llegado antes de tiempo nos permitió entrar en casas que antes eran escuelas, talleres y demás negocios y que todavía mantenían la estructura original de madera en su interior. Los ancianos eran muy simpáticos y cuando veían que les hablabas un poco en mandarín te enseñaban orgullosos su vivienda repitiendo continuamente que era una casa tradicional de verdad, no una réplica.
Para entrar a cada casa tienes que atravesar un gran portón de madera o hierro que te da acceso al patio central, generalmente abierto al cielo. Ya en el centro del patio te encuentras rodeado por preciosas estructuras de vigas de madera que dan lugar a casas de dos alturas con diferentes estancias. En las partes altas del patio cuelgan piezas de carne y pescado para secarse; también hay tendederos, meros trozos de cuerda atados de una barandilla a otra, con ropa secándose.
La gente que vive dentro de las casas, pese a poseer una auténtica joya, no aparentan tener demasiado dinero, llevan una vida austera y tradicional. En cada estancia vive un anciano o una pareja de ancianos y todos se reunen en el patio central para cocinar, comer y charlar, lo que más le gusta a los chinos.

El viaje a Hongjiang es un viaje a la belleza de la China tradicional, con casas datadas de la época de las dinastías Ming (1368-1644) y Qing (1655-1911) en perfecto estado. Pero también es un viaje en el tiempo a una metropoli del comercio. La aldea tradicional de Hongjiang se presenta como un punto estratégico dentro del suroeste de China desde el cual se distribuían productos a las cinco provincias que la rodean (Guizhou, Guangxi, Hunan, Sichuan y Hunan). Hongjiang fue famosa por ser el mayor centro de distribución de opio del suroeste chino. En aquella época el opio provenía de Inglaterra y, para frenar el consumo de éste entre la población, el emperador tuvo que poner fuertes aranceles a la entrada éste en el país.
Es un privilegio poder perderse por unas callejuelas que rebosan historia en cada esquina. Farmacias, lonjas de mercaderes de distintas provincias, burdeles, bancos, gimnasios de artes marciales y hasta sedes de periódicos. Paseando por la aldea tradicional de Hongjiang todavía puedes sentir la agitada vida comercial allí acontecida, como si fuese una película. Pero de pronto, giras la vista y todo vuelve a estar, otra vez, en silencio.
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